Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Paisajes internos. Buenos Aires, Argentina.
Centro Cultural Borges. Adagio de la espera. Buenos Aires, Argentina. Museo Banco Provincia, Buenos Aires, Argentina. Museo de Arte Contemporáneo Argentino de Junín (MACA). Obras Recientes. Museo-Casa Ernesto Sabato. Emilio Fatuzzo. Pinturas recientes. Buenos Aires, Argentina. Museo Sívori. LX Salón Municipal Manuel Belgrano, Buenos Aires, Argentina. Centro Cultural Borges. Paisajes Internos – Pintura Compartida – Autorretrato. Buenos Aires, Argentina. Consejo Federal de Inversiones. CFI. “Fuerza Natural” Buenos Aires. Galería Vermeer. “Ópera y Estigma" Buenos Aires, Argentina. Musei San Salvarote in Lauro. “Opere e Colori”, Exposición Individual Emilio Fatuzzo. Roma, Italia. “Pintura Compartida” Obras a dúo con León Ferrari, Clorindo Testa, Luis Felipe Noé, Eduardo Stupía, Carlos Regazzoni, Ricardo Roux, Eduardo Médici, Ernesto Pesce, Diego Perrotta, Germán Gárgano, Marino Santa María, Milo Lockett, Miguel Angel Ferreira, Pablo Medina Cusmanich e Ignacio Sourrouille. Casa de la Cultura. Buenos Aires, Argentina."Los cuadros de Emilio Fatuzzo nos remiten a un universo trágico, en el que seres atormentados contemplan un horizonte acaso imposible. Sobre fondos oscuros, sus rostros expresan la desesperación de vivir, la trágica condición de la existencia. Son cuadros que conmueven, y que revelan la notable sensibilidad de este joven pintor."
"Paul Valery decía que todo pintor pinta con el cuerpo. Solucionan el espacio pictórico con el trazo como si danzasen en un escenario. Todo el mundo puede caminar y bailar, pero nadie baila y camina igual a otro, pero hay, además, muy pocos que hacen de ello su lenguaje expresivo. Emilio Fatuzzo lo sabe y es un especialista. El gesto es tan consciente en el artista como en acto del discurso. El gesto es en la vida y en el arte un reflejo del espíritu que lo anima. La pintura de Emilio Fatuzzo es austera y juega a la presencia de pocos elementos que quedan en la obra como los actores en una escena. Su vitalidad nos habla sin hablar, alude sin precisar, pero trasciende de él y nos llega."
"Series sintéticas de figuraciones abstractas, que dicen, empero cada una su mensaje, este pintor diseña y colorea con envidiable libertad, sintetizando en pocos rasgos, pero muy significativos, los encuentros y los desencuentros de amor; sus cuadros son a la vez tempestuosos y expresivos, el color es cada vez ubicado con firmeza, son obras que inquietan, movilizan y sosiegan."
"¿Cómo compone sus obras Emilio Fatuzzo? Cada vez se detiene a escrutar lo que tiene delante: un inmenso mantel blanco, sin mancha ni arruga, desnudez que se apoya en bastidor enclenque. Desde un rincón miro al hombre que acecha la tela (como a una presa), ojos alerta, músculos tensos de tigre dispuesto a saltar. Hasta que su mano se activa y el pincel ensucia el lienzo con rayitas oscuras, garabatos de niño que juega en la arena. De a poco agrega lo que manda la tela (artista y materia no ocultan su transa): círculos inconclusos, alas que vuelan allá lejos, brochazos (a)parecen dispersos. Va sumando borrones de colores lavados, o fauves, curvas atrevidas, planos imposibles, pasitos de pulpos de mirada sedosa.
El tigre va a su aire. Entre una embestida y la siguiente pasan segundos, ratos, horas, periodos de alejamiento (artista y materia viven un connubio de intimidades y
distancia). Los lapsos introducen un ingrediente clave de su arte: silencio. Silencio del hombre cuya ascesis plástica consiste, según veo, en mirar con respeto y persistir mirando lo que hay. Silencio de la tela que tarda en plantear exigencias y aclarar sus muy serios motivos, que Emilio al final acata (es un pintor de raza).
El arte que brota de Emilio es un juego de vacío y formas. El artista gotea su tiempo, drena mente y entrañas, es un hueco que desea explotar y expandirse. En sus manos la tela reclama una composición ejemplar en su belleza, significativa por el equilibrio que subyace a lo que el autor, ajeno a todo protagonismo, prefiere presentar como arte informal. La entrega del pintor a su tela remite al diálogo milenario, oriental, entre vacío y forma: la inmensidad de lo vivo debe concretarse, sin retorno, en un cuadro que cada vez desearía ser conclusivo, eterno (tan improbable fantasía es parte de su juego creativo).
Cada uno de sus cuadros delata el combate entre Jacob y el ángel. La conexión entre Emilio y su mundo (lienzos de largo título, multitud de pinceles, lecturas, fantasías y afectos, dos talleres) se nutre de una mezcla de tenacidad (verlo pintar es presenciar la minuciosa labor de un obrero en el tajo) y desenvoltura (la modestia libera de acartonamiento toda expectativa de nomenclatura pomposa).
Así, el artista pasa el tiempo (derrocha su vida) creando. Y así pueden hoy congeniar estos cuadros: al reencontrarse y conversar a solas, rememoran la belleza del mundo que los pinceles de Emilio permitieron relatar. En el Zen siempre preguntan: ¿cómo llenar el tiempo fuera del lapso de meditación? Sobran maneras de ocupar un día: los antiguos sugieren labrar, comer sencillo, beber agua, hacer pis, tejer cestas, dar paseos, hacer pis de nuevo. El arte de Emilio, aquí expuesto, se llena del flujo de una vida material, la suya, que entrelaza oficio, lecturas, encuentros y el pulso de la ciudad, huellas del torrente azaroso de su existencia."